10 cosas que odias del verano

Imagináis que el verano será un anuncio de Estrella Damm, pero no.

Puede que os paséis el año deseando que llegue el verano, que os imaginéis que será un anuncio de Estrella Damm eterno donde conoceréis gente interesante, os pasaréis el día de chiringuito y chiringuito y una banda sonora os acompañará en puestas de sol en playas desiertas. Pero no es oro todo lo que reluce y como somos tan sinceros, os vamos a recordar qué es aquello del verano que todos odiamos. Así, sin esperar nada a cambio, 10 cosas que odias del verano. Empezamos:

1. Arena, arena everywhere. Hay un elemento geológico más resistente que el diamante, más escurredizo que un ninja y más molesto que el rey Joffrey Baratheon: la arena. Esa que por más que te la sacudas, te duches y estés seguro de haberla eliminado por completo, puede aparecer, tras días, semanas, e incluso meses, en el sitio más insospechado de tu cuerpo, tu coche o tu casa.

2. Las lluvias veraniegas. La combinación de lluvia y frío es molesta, pero tampoco es mucho mejor la de lluvia y calor. Al menos en invierno vas preparado para cuando te pilla un aguacero, pero en la época estival vas vestido cual guiri caluroso y te conviertes en un objetivo muy fácil para las tormentas. El ciclo de la vida, amigo.

3. El olor a humanidad. Vas en el metro medio dormido, relajado escuchando música y de repente un tufillo se filtra por tus fosas nasales sin que puedas hacer nada por evitarlo. Miras a tu lado y un señor – que no dudamos de su higiene diaria- ha levantado el brazo para cogerse del agarradero del metro. Tú, inocente, te repliegas sobre ti mismo esperando al olor a desodorante floral que te has puesto hace un rato, pero descubres que tú tampoco hueles mucho mejor ¡Bienvenido al verano!

4. Vacaciones del cole. A todos nos hacen gracia los niños, pero para un rato (a no ser que sean nuestros y no tengamos más remedio que aguantarlos). Pues en verano vas a tener doble ración de niños. Niños con la pelotita en los parques, niños salpicándote y gritando en la piscina y, los peores, los que nosotros llamamos “niños gacela”, esos que pasan por tu lado en la toalla de la playa y que te llenan de arena pero que cuando te giras para regañarles están a decenas de metros de distancia. Angelitos.

5. Los pagafantas y chuloplayas se crecen. Los moscones de discoteca también se multiplican y radicalizan sus tácticas en los meses de verano. Más gomina, más sudores y, cómo hacer calor, más alcohol en sangre. Un cocktail explosivo que suele acabar en grupos de chicos jaleándose a sí mismos y haciendo una especie de círculo como si de un ritual tribal se tratara. Lo triste para ellos es que la danza de la lluvia pocas veces da cosecha.

6. Los mosquitos nocturnos. Siempre se ha dicho que los insectos son atraídos por la luz, pero cuando estás más débil en la oscuridad es cuando salen en masa. El zumbido cerca de tu oreja te despierta poco a poco hasta que tu rabia puede a la pereza y enciendes la luz. Es en ese momento cuando el insecto decide quedarse inmóvil en algún rincón, seguramente de su mismo tono para que no puedas verlo. Pedirás silencio en la sala, te quedarás quieto esperando su próximo movimiento, pero al final desistirás y volverás a la cama. Sabes que esta historia se repetirá varias veces esa noche. Mosquito 1- Humano 0.

7. La moda veraniega. Siempre se ha dicho que en verano con cualquier cosa te haces un modelito. Pero hay que tener en cuenta que no se tiene porqué perder el gusto, si es que lo tienes. Las prendas color flúor deberían tener un límite por persona, los tirantes transparentes estar prohibidos y los escotes masculinos, multados.

8. La envidia mala. Todos pensamos que verano es sinónimo de vacaciones, y así es, pero sólo en parte. Recuerda esas largas semanas en las que tú trabajas y millones de fotos de playas, paellas y lugares paradisíacos inundan tu Facebook en días laborables. Puedes ignorarlas pero siempre estará el simpático amigo que te envíe una postal para recordarte que mientras tú trabajas, él está tumbado en una hamaca con un mojito. Un consejo, coge las vacaciones en septiembre, así podrás vengarte con premeditación y alevosía de los que te amargaron el verano.

9. Los campings de los festivales. Queda ya a tu elección formar parte de este grupo que pagan por pasarlo mal. Colas para beber, colas para el baño, colas para los conciertos…pero, ¡eh! Que tú sólo has pagado 100 euros para ver eso. Si crees que exagero, y aún no has dormido en una tienda de campaña cerca de los baños, no tienes derecho a opinar. El arca de Noe se queda corta.

10. Las siestas de verano. Después de una buena paella, una leve brisa roza tu piel y sientes como tus ojos se empiezan a cerrar solos. Parece el escenario ideal para una buena siesta, pero no te dejes engañar. Al principio creerás estar en la gloria pero cuando despiertes será el infierno. Sudores, dolor de cabeza, torticulis y el pelo enganchado por toda la cara ardiendo de calor. Si la siesta es en la playa el horror se multiplica por dos.

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