La música nos persigue allá donde vamos: entramos en una tienda y ahí de fondo hay algo sonando (en algunos casos no se le puede llamar música), nos montamos en el ascensor y ahí está ese hilillo musical que nos salva de conversaciones incómodas y salimos de trabajar o estudiar y de camino a casa nos ameniza la vuelta y posible atasco de entre las dos y las tres de la tarde. Por esto, porque te llevas todo el día queriéndolo o sin querer con corcheas en tus oídos, seguro que te ha pasado algo de lo que viene a continuación.
1. Estás escuchando a los locutores mientras en tu cabeza vas tarareando una canción, y es la que casualmente suena a continuación... ¿Qué clase de brujería es esa?, ¿hasta dónde llegan las estrategias de marketing?
2. Suena una canción con la que lo das todo y estás ahí al pie de la letra, pero entonces pasa, ponen una versión corta de la misma y te cortan el rollo... Eso en un karaoke no pasa.
3. Hay un concurso en el que llaman a un número de teléfono para darle mil euros, y aunque tú no hayas ni mandado sms, ni e-mail, ni nada de nada, esperas que el móvil empiece a vibrar.
4. Tienes la radio a todo volumen y cantas, y te crees que lo haces bien, hasta que alguien la apaga repentinamente y te das cuenta de que puedes estar desatando la tormenta del siglo, o lo que es peor, Sharknado.
5. Te alejas de la radio y se empieza a oír fatal, pero te acercas y vuelve a la normalidad, así que, ¿dónde está tu carta de Hogwarts?, ¿te han imantado el cuerpo mientras dormías?
6. La enciendes y hay alguien hablando. Reconoces su voz pero no puedes poner en pie quién es, y te llevas intentando asociar voz con rostro hasta el fin de los tiempos. O hasta el fin del programa.
7. Empieza a sonar una canción, la primera parte, sólo instrumental, tú ya la tienes y empiezas, hasta que descubres que te has confundido y te sumes en la más dolorosa derrota a nivel personal. De nuevo, los astros confabulando contra tu persona.