11 razones por las que deberías compartir piso al menos una vez en tu vida

Ay qué risas y qué instintos oscuros te poseen cuando compartes piso.
Es una experiencia única que, seguramente, nunca olvidarás. Porque aunque a veces te entren ganas de mandar a tus compañeros de piso a… allá, bien lejos; también te enseñarán lecciones que siempre, siempre, quedarán en tu memoria. Compartir es vivir, ¿no? Pues vivirás lo que no está escrito, solo por eso valdrá la pena.
 
1. Madrugar.



Madrugar adquiere todo el significado que antes no tenía. Y ¿por qué? Por el baño. Un baño y cuatro personas El baño se convierte en un bien codiciado, en la meta. Si no madrugadas te vas al trabajo sin ducharme o llegas media hora tarde. Los ‘cinco minutitos más’ no existen si compartes piso, porque esos cinco minutos pueden ser determinantes.
 
2. El orden.



No, no eres la más o el más desordenado del mundo mundial. Comparte piso y te darás cuenta. Tu madre se equivocaba, aún no conocía a tu compañero. Ese ser que invade el salón, la cocina y, si me apuras, hasta tu habitación y tus pensamientos. Y aun así le coges cariño.
 
3. Fiesta.



En un piso compartido siempre hay planes, el aburrimiento no tiene cabida. Vienen los amigos de uno, de otro… Se inventan una fiesta, unas cervezas o unos vinos que se alargan hasta las tres de la madrugada un martes. Una alegría, un alboroto. Y esto me lleva directamente a la siguiente razón por la que deberías compartir piso.
 
4. El silencio.



Si compartes piso valorarás, por fin, el silencio. Tú, solo, sin ruidos, sin la música rara, o cualquier sonido, que viene de la habitación de al lado. Son momentos que no se repiten demasiado pero, cuando se crea el silencio, es un regalo del cielo.
 
5. Aprendes idiomas.



Si tienes la suerte de compartir piso con personas de otra nacionalidad, lo de los idiomas te sale gratis. Un mix de lenguas, de palabras, de intercambio cultural… Eso no tiene precio. Al final ya no sabrás si hablas español, inglés, italiano… o si estás creando un nuevo idioma.
 
6. Planning.



Te conviertes en el más planificado. Planes de fiesta, sí, pero también para limpiar. Aprendes lo que es una rutina. Quién no ha tenido ahí en la nevera el folio con su nombre y sus tareas para cada semana. Ay las zonas comunes. Qué dolores de cabeza. Odiarás la cocina, si tu compañera de piso francesa se cree una cocinera con tres estrellas Michelin y la lia mucho.
 
7. La nevera.



Si compartes piso aprenderás a diseñar una especie de Tetris con los alimentos, eso, eso es orden. ¿Por qué hacen las neveras tan pequeñas? ¡No caben todas las cosas en la mísera balda que me ha tocado! Una nevera para cuatro era un caos, un despropósito. Y ¿por qué la cabrita de mi compañera tiene cosas más buenas que yo? ¿Si le cojo algo se dará cuenta? Compartir es vivir, ¿ella pensará lo mismo? Cuántas preguntas me hacía frente a la nevera.
 
8. La lavadora. Frente a la lavadora tambiénte harás muchas preguntas. Pero ¿la gente por qué es tan limpia? Virgen Santa, la lavadora siempre ocupada, da más vueltas que una noria. Luego cuando tienes una lavadora para ti solo, a cualquier hora, te invade una alegría más tonta…

 
9. Lloras, maldices y ríes acompañado.



Si vives en un piso compartido casi todo se comparte. Tus locuras y tus desengaños también. Así que si lloras porque un descerebrado te ha dejado, ahí tienes el hombro de tu compañera de piso para consolarte, animarte y prepararte un cubata. Una generosidad que te hará llorar de emoción.
 
10. Factor sorpresa.



Porque te levantas y ves a un extraño durmiendo en el sofá del salón. O porque mientras desayunas pasa frente a ti un tío que no has visto en la vida. “Buenos días”. Pues eso, buenos días. No ensucies mucho el baño que esta semana me toca a mí, y sal prontito que me tengo que duchar. Todos muy educados siempre. Aprendes a no asustarte.
 
11. Descubrimientos.



Es lo que tiene compartir, que descubres películas, música, pintores, escritores... que jamás hubieras conocido sin compartir piso. Descubres que tienes más paciencia que un santo. Y que hay momentos y risas con tus compañer@s de piso que valen oro.
 
Podría seguir, pero me está invadiendo la nostalgia. Le dedico esta lista a las tres guerreras con las que compartí piso, alegrías y secretos durante año y medio. Las mismas que se comieron las uvas un 31 de diciembre sin saber por qué. Compañeras de piso que se acabaron convirtiendo en familia.

 

Caótica, impulsiva, periodista... Juro que en otra vida seré notaria. Mis días entre letras y folios en blanco. Leo, escucho, observo, mareo un bolígrafo entre mis dedos; y justo después de hacer todo eso, me siento y escribo. Mi primera novela 'El Séptimo punto de Selleck'.
Utilizamos cookies para personalizar su experiencia. Si sigue navegando estará aceptando su uso. Más información.