7 cosas que pueden hacer que tu día sea peor (o aún más)

Todos tenemos esos días en los que de un granito de arena hacemos una montaña y nos convertimos en una auténtica drama queen así porque sí.

Todos tenemos esos días en los que de un granito de arena hacemos una montaña y nos convertimos en una auténtica drama queen así porque sí. Bueno vale, hay días que lo hacemos porque es que estamos ya hasta la punta del pelo, por eso por aquí vienen las 10 cosas que pueden conseguir empeorar tu día:

1. Sales a la calle dormido en dirección a tu universidad, y ahí está mirándote en la acera, un regalito de un perro que se ve que es de buen comer… Lástima que vayas demasiado k.o como para percatarte de ello y que no vaya contigo ningún acompañante que te avise del peligro que acecha desde el suelo.

2. Estás acabando de redactar un trabajo de 483518 palabras, y no, no es que se apague el ordenador misteriosamente, sino que le das a guardar por si acaso y te sale la temida ventanita de “Esperar a que el programa responda” o “Cierre del programa”, le das a la primera y ves como tus sueños de acabar  con la tarea se esfuman al igual que todas las comas, puntos y tildes que habías escrito.

3. Estás harto del día, vas a coger el coche porque aún tienes que seguir trabajando y ahí está… Te mira peor que la caca de perro, con superioridad enganchada al parabrisas. Sí, es una multa de aparcamiento. Sí, son 70 euros.

4. Llegas a tu casa y hay (introducir la comida que menos os guste) para comer. En mi caso son las lentejas.

5. En algún momento puede que te des un golpe estúpido que te duela mucho. Las variantes van desde el típico dedo meñique que se vuelve rebelde y se choca con cada esquina, el codo con vida propia y la pieza de Lego que quiere vivir fuera de su casa para arruinar tu vida al pisarla.

6. Llevas un largo y frío día de invierno a tu espalda, llegas a casa, te metes en la ducha, a ver si así consigues al menos relajarte… ¡JÁ! La bombona se ha acabado y nadie ha tenido la decencia ni de avisarte y muchos menos de cambiarla. Y no, no te has dado cuenta antes de entrar en la ducha, porque los primeros tres minutos el agua ha salido caliente, y ahora estás helado y con el champú por la cabeza, indefenso en una esquina, esperando a que alguien o algo se apiade de ti.

7. Cuando parece que el día toca a su fin y ya estás en la cama, justo en ese bonito momento, comienzas a decirte a ti mismo: “Mmm… Creo que se me olvida algo”, y sí, es ese informe-trabajo-dossier que tenías que tener hecho/acabado para el día siguiente a las ocho y media. Tras esto tienes tres opciones: 1. Salir de la cama y ponerte a hacerlo en el momento; 2. Levantarte más temprano para hacerlo; 3. Seguir durmiendo a cambio de ser despedido-amonestado-suspendido… THAT’S ALL FOLKS

¡¡Venga ya!! Esto no es nada, y por un día malo vienen muchos más buenos. Esto son sólo anécdotas, pero hay gente que se muere por cosas como que se haya agotado un vestido en una tienda o por tener que poner la mesa, y eso debería estar penado por ley…

¡A SER FELICES!

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