8 situaciones muy incómodas de nuestro día a día

No hay solución. Existieron, existen y existirán. No hay forma de evitarlas. Únicamente queda resignarse a ellas.

Hay cosas que no puedes evitar con la experiencia, y que son realmente incómodas. Aquí van ocho de ellas.

1. Las bolsas del supermercado. Son el peor enemigo de tu dignidad. Empezando por no saber cuantas pedir (¿me cabrá todo en una? ¿En dos?), y continuando con ese momento en el que no consigues abrirla. La gente avanza en la cola y tú eres un estorbo inútil, el obstáculo donde se van acumulando cajas de cereales, detergentes y patatas fritas, y solo tienes ganas de huir. Deberían fabricar bolsas con abrefácil.

2. Saludar a desconocidos. Ese momento en el que vas por la calle y ves a alguien que, autosugestionado, crees que es algún conocido. Le dices “Hola” y te mira cómo raro, y te das cuenta de que no, no tienes ni idea de quién es. Continúa andando y sonriendo como si nada hubiera pasado.

3. Lo contrario. Que te saluden y no sepas quién es. Hay dos niveles: si te saludan y se van, no hay problema. No dormirás esa noche pensando quién era, pero no hay problema. La situación incómoda viene cuando te dice: “¡Cuánto tiempo sin vernos!”, y empieza una conversación en la que deberás mostrar tus dotes de improvisación y conseguir decir frases que no sean demasiado concretas pero que te hagan parecer normal.

4. Escuchar cómo te cantan “Cumpleaños feliz”. Unos cuantos segundos en los que no sabes a dónde mirar, si reírte, sonreír, aplaudir...Hoy en día, con tantos libros de autoayuda, echo de menos uno que se titule “El monje que aprendió a poner una cara adecuada mientras le cantaban cumpleaños feliz”.

5. Abrir un regalo de cumpleaños. Segunda parte de lo anterior. Da igual que te vaya a gustar o no, el hecho es que todo el mundo está pendiente de tu cara, esperando tu sorprersa y tu alegría, y aunque te guste hay veces que no sabes cómo expresarlo. Y es peor hoy en día, donde una foto de ese momento quedará para la posteridad. Lo mejor es sonreír, decir gracias y antes de que puedan seguir mirándote empezar a dar besos y abrazos.

6. Despedirse de una persona que, al final, se va por el mismo lado que tú. El típico “bueno, ya nos vemos, ¡adiós!”, mientras que la persona sigue tú misma dirección. Táctica: cambiar de acera. Es la clave. Así parece que, en realidad, no vais hacia el mismo lugar.

7. Encontrarse con alguien que no para de hablar, y no saber cómo terminar la conversación. Por mucho que digas que tienes prisa, o intentes decir el típico “bueno, pues nada, a ver si nos vemos otro día”, no funciona. La persona que tienes delante es especialista en recitar sus monólogos, y lleva preparando ese durante un mes. No vas a poder escapar, ya que esta clase de persona no deja a su presa hasta que ha contado todo lo que, de momento, necesitaba contar. De hecho, no funciona ni siquiera hacer como que estás hablando por el móvil cuando ves que se acerca. Esperará pacientemente hasta la madrugada, si hace falta, para entablar conversación. Creedme.

8. La madre de todas las situaciones incómodas. La caída en la calle. Da igual cuántos blogs hayas leído que hablen sobre estos. No se puede reaccionar. Si te tropiezas simplemente, y haces como que no ha pasado nada, vas a sentirte avergonzado hasta que hayan pasado cuatro calles más. Quizá la mejor táctica sea la que suelo ver realizar a las personas mayores. Tropezarse y, mirando el duelo, decir: “Uy, cómo está el suelo, casi me caigo”, para terminar riéndose yo mirando a la persona que tengan enfrente con una sonrisa de oreja a oreja. Es lo que hace la experiencia. Entrañable.

Graduado en Derecho, estudiante de máster, ciudadrealeño de nacimiento y madrileño de adopción/elección. Aprendiz de ilusionista y de escritor. Amigo en potencia (para desconocidos) y en acto (para ya íntimos). Ni el fuego ni internet; el mejor invento ha sido la escritura.
Utilizamos cookies para personalizar su experiencia. Si sigue navegando estará aceptando su uso. Más información.