1. No nos sentamos en los baños públicos. En serio, ¿de verdad pensábais que todas y cada una de nosotras íbamos a poner nuestras posaderas en el mismo lugar que todas las anteriores? No, gracias.
2. Tampoco usamos el primer trozo de papel higiénico en estos baños. Vale, pesonalmente, a mí siempre se me olvida este detalle, pero probablemente nuestras madres nos lo han dicho a todas nosotras.
3. También nos tiramos pedos. Y sí, también suenan y huelen mal, y sí, a veces también lo hacemos cuando hay gente. Aunque os digamos que vaya guarrada, y que no lo hagáis delante de nosotras, a lo mejor nosotras ya lo hemos hecho y hemos tenido la suerte de que fue uno discreto.
4. Cotilleamos el perfil de cualquier enemiga potencial. Cuando digo enemiga digo chica-que-tira-los-trastos-a-mi-novio o al chico que me gusta, o a un amigo cercano, y cuando digo potencial también puede ser enemiga pasada, presente o futura.
5. También bebemos directamente del brick. Sí, lo sé, os decimos que no lo hagáis, pero venga ya, es que es mucho más cómodo, así que sí, nosotras también lo hacemos.
6. Más de una vez nos hemos dejado el maquillaje hasta el día siguiente (y no despertamos precisamente como Angelina Jolie). Hemos despertado más bien como un mapache o un panda, pero es que cuando llegas por la noche da demasiada pereza quitárselo.
7. Y también es más que probable que alguna de nosotras lo haya usado igual al día siguiente con algún ligero repaso.
8. A nosotras también nos gusta comer, mucho. ¿Quién no se comería todas las patatas fritas del mundo? Pues sí, nosotras también, y con la mano, por supuesto.
9. Usamos el bidé. Sí, ese elemento en el baño del cual no entendéis su existencia, pues se usa, ¿para qué? Mejor pregunta a alguna chica de confianza (o mira la ilustración si no tienes esa chica).
10. No todas tardamos 3 horas en prepararnos para salir. Muy importante tienes que ser para dedicarte tanto tiempo antes de salir.
11. Es más, no todas nos peinamos antes de salir. ¿Se te ha caído un mito? Lo siento, pero es así.
12. Estar sin sujetador en casa es lo más liberador del día. Nos gusta nuestro pecho con sujetador, se hace más bonito, más alzado y quizá con mejor forma, pero llegar a casa y quitárselo es lo mejor del día.