Con sus gestos espontáneos y sus preguntas a quemarropa; sorprenden, enseñan, nos dejan con la boca abierta y sin palabras. Así son ellos. Bendita inocencia, bendita niñez. Luego todo se complica. 9 lecciones que nos enseñan los más pequeños.
1. Disfrutar del momento. Para un niño el tiempo no existe. ¿Mañana? Ellos quieren jugar y reír hoy, quieren un beso ahora. Es un Carpe Diem continuo y elevado a la máxima potencia. Como tiene que ser.
2. Sinceridad pura y dura. Caiga quien caiga. Los adultos perdemos la espontaneidad y ganamos miedos. Ellos no tienen reparos. Los niños se mojan. Hay tanta verdad en sus afirmaciones que estremecen.
3. Contagian ilusión. No hay nada comparable a la ilusión desbordante de un niño por cualquier cosa. Eso es vivir, ahí reside el truco, en dejarse sorprender y que te brille la mirada como a ellos.
4. El valor de la amistad. Sí, son capaces de decirse lo más grande y pelearse como si no hubiera un mañana. Pero a la hora de la verdad se defienden, se animan, se tapan las travesuras y comparten. Compartir. Empatizar. Algunas personas desconocen el significado de esas palabras, ellos no.
5. Ven lo mejor que hay en ti. Los adultos siempre preocupados por los defectos, por las carencias, sacándole punta a lo peor que hay en uno mismo y en los demás. Los más pequeños ensalzan las virtudes e ignoran los complejos. Así tendríamos que actuar todos.
6. Saber perdonar. Se enfadan, hacen un drama de una anécdota sin importancia, pero a los dos minutos se acercan y piden perdón. Son pequeños pero muy inteligentes, no pueden vivir con ese malestar dentro. Los adultos hacemos un drama y nos llevamos el drama a todas partes, por no hablar de lo que nos cuesta pronunciar la palabra “perdón”. Cuánto tenemos que aprender.
7. Sentir orgullo por un pequeño logro. La teoría del pasito a paso la llevan a rajatabla. Que dibujan un árbol por primera vez, pues celebran que lo han conseguido con un espíritu de superación que no es comparable a nada. Eso es sencillamente maravilloso.
8. Simplificar problemas. La capacidad que tienen para ofrecer soluciones a problemas es digna de estudio. No sé cómo funciona su cabecita pero ahí dentro hay magia. Si le cuentas tu “problema” a un niño, acabará dándote una solución o en su lugar te hará creer que no es tan grave, y le creerás.
9. Inconformismo. Preguntan, preguntan mucho. Son curiosos e inconformistas por naturaleza. Te hacen preguntas que te cuesta responder, te dejan sin palabras. Moraleja: los adultos no somos tan listos como nos creemos, pasa unas horas con un niño y te darás cuenta.
Y luego crecemos y olvidamos esa magia que nos invadía cuando éramos pequeños. Poco a poco perdemos la curiosidad infantil, la capacidad de soñar que ellos tienen, esas ganas de todo y a todas horas. No soy madre, pero entiendo que digan que un niño te cambia la vida, no me extraña nada…