Pensar en el espacio exterior impresiona mucho. Cuando intento imaginarme los millones y millones de kilómetros medio vacíos que hay ahí fuera, sin ningún bar ni nada, no puedo evitar agobiarme un poco.
Y la ridiculez del momento ha pasado a estar en segundo plano y me ha permitido coger un enfoque nihilista del todo que tantas veces había reinado sobre la mesa.
Sí que es cierto que había oído hablar del Sena y de las vistas envidiables que proporciona; además de ese aire propio que tiene París, que le hace elevarse a la ciudad del amor, y sé que si lo dicen será por algo.