Hay compañeros, colegas, amigos, amigas y luego esta una persona. La persona. Tu persona.
Si tienes mucha suerte ya la habrás encontrado.
O quizás tengas tan mala suerte que te pases la vida buscándola.
Esa clase de personas, aparecen o no aparecen.
1. Aparecen un día cualquiera para quedarse. Para enseñarte que a veces, solo a veces, querer es fácil y que solo el hecho de que lo haga, de que te quiera, te haga sentirte un poco menos solo.
2. Aparece para enseñarte que la palabra rutina no tiene por qué significar cansancio, si no constancia.
3. Que solo por el hecho de que esté, valga la pena y las penas.
4. Que cada vez que te equivocas, te lo diga, que te diga las cosas que no quieres escuchar pero que son necesarias.
5. Que da igual cuantas veces discutáis, mañana seguiréis ahí.
6. Esa persona, que hace que la palabra “confianza” deje de tener tanto valor, porque ella te hace sentirte en casa. Y a salvo.
Y ahí amigos, ya estamos hablando de otro nivel.
Yo soy un idiota con suerte.
Sé que no me merezco la suerte que tengo.
Lo sé cada vez que me mira con esos ojos de “nadie podrá con nosotros, ni siquiera tú.”
La vida no va de finales, va de los momentos que nos llevan a ellos.